Luis Salaberría

Exposiciones

LUIS SALABERRÍA / 34 AÑOS DESPUÉS

La Calcografía. Santamera. Guadalajara.



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34 años después

 

En 1989 asisto a un taller de arte contemporáneo impartido por Jiri G. Doukupil. Tengo 23 años, soy español y pretendo ser artista. Por entonces hago pequeños dibujos con tinta sobre papel repitiendo unos pocos motivos que al copiarlos decenas de veces hacen que la línea salida de la brocha resulte monótona. Intento así evitar que la pincelada transmita alguna emoción. Paradójicamente el resultado son unos rostros tristísimos de personajes estúpidos que dan bastante pena. A veces los recorto por la línea pintada para pegarlos a otros papeles y de esta manera hacerlos más… Un momento. Creo que aún no… Se me vela el recuerdo.

 

Jiri G. Doukoupil es simpático, checo y tiene 34 años. Es un artista joven con éxito. Desde 1980 reivindica la pintura como instrumento de creación frente al arte conceptual pero su manera de trabajar, de elegir temas y técnicas, es muy conceptual. Pinta pensando qué ha de pintar. Quiere diferenciarse estilísticamente de grandes pintores alemanes de la generación anterior a la suya como Baselitz, Lupertz o Richter y meter entre brochazos unas pizcas de humor y unas gotas de cinismo.

 

Un día después de presentar mi trabajo en el taller, Jiri G. Doukupil me regala cinco catálogos de un joven pintor estadounidense de 33 años llamado Donal Baechler. Descubro al hojearlos un algo parecido a lo que deseo hacer como artista. Me enamoro de sus obras.

 

Otra tarde, mientras los participantes del taller dibujamos un desnudo del natural, advierto a Jiri G. Doukoupil mi aburrimiento ante tal tarea. Al ver mis dibujos señala que cuanto más me aburro mejores son los resultados.

 

Han pasado 34 años y Donald Baechler ha fallecido de un ataque al corazón. Es curioso cómo nos afecta la muerte de alguien a quien no conocimos, pero hacia el que sentimos una cercanía, llamémosla, espiritual. Una afinidad electiva. De Jiri G. Dokoupil apenas sé que lleva años haciendo oscuros y grandes cuadros donde flotan nebulosas multicolores que se vende por centenares de miles de euros. Yo llevo largo tiempo sin pintar.

 

Matilde Gómez-Osuna, una heroína de armas tomar, me ha pedido que haga una exposición en su taller de grabado, en una oculta aldea castellanomanchega. No me ha dado mucho tiempo para prepararla, pensando quizá que presentaría obra polvorienta y muerta de la risa abandonada en mi estudio. Su llamada ha sido un revulsivo para volver a coger unos pinceles y con ellos poner sobre lienzos colores a tutiplén. Y de paso me ha hecho recordar.

¡Gracias Matilde!



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